En las obras que pintó en Horta los árboles y formas naturales fueron obviadas, y la roca superficialmente amorfa fue analizada y rota en planos para luego reconstruirla mediante la superposición de los planos; en algunos casos la geometrización se extendió al cielo, y el conjunto ofrecía una composición rigurosa con una profundidad que no envidiaba a la perspectiva tradicional. El uso de la luz era completamente arbitrario, estrictamente para acentuar los contornos y afilar los relieves. No obstante, el cubismo analítico era todavía una revisión y no un rechazo de la tradición; el cuadro seguía siendo una ventana ilusoria a un mundo representado, reconstruido. El cubismo sintético constituyó una negación de la tradición europea; el collage rompió la inviolabilidad de la superficie del cuadro y la representación de la realidad dejó de ser el objetivo del cuadro para ser su punto de partida.
En septiembre se trasladó a París. Volvió cargado de obras del nuevo estilo y, pese al rechazo de público y crítica en la exposición que Vollard organizó con ellas, el selecto grupo de coleccionistas. siguió desarrollando el cubismo, que en ese momento compartía además de con Braque, con un grupo de artistas de Montmartre fuertemente influenciados por el nuevo estilo entre los que estaban Derain, el español Juan Gris y Léger. El cubismo se extendía por Europa, con el constructivista y suprematista Malevich en Rusia y Mondrian en los Países Bajos, aunque ambos mostraban serias diferencias con el estilo de Picasso. Picasso no buscaba el desarrollo de teorías o escuelas; su necesidad era la ruptura con el pasado y darle a la obra de arte su propia vida interna.
En el estudio de Manuel Hugué hizo esculturas como Cabeza de mujer (Fernande) (MoMA, Nueva York), inspirada en las telas que pintó en Horta. Fernande no se sentía a gusto con los cambios que se producían en su entorno y estilo de vida, añoraba la espontaneidad de sus primeros tiempos juntos.
"Cabeza de mujer"
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